José Hortega (1703-1761)

Nacido en Añover de Tajo (Toledo), su apellido aparece con H o sin ella en diversos documentos. Al final de su vida firmaba Ortega.

Propietario de una botica en su pueblo, hacia el año 1728 viajó a Madrid para regentar la farmacia de María Aztina, viuda de Luis Llorente y dueña de una oficina en la calle Montera. Tres años después, desposó a la viuda, compró el edificio de la botica madrileña y la convirtió en una de las más importantes del reino.

Poseía un sótano, la botica propiamente dicha, rebotica, un laboratorio químico, una excelente biblioteca, dotada de libros de Farmacia, Química, Botánica, Literatura e Historia y dos pisos en los cuales vivía la familia. Lo curioso es que, pese a las prohibiciones legales similares a las actuales, Hortega no vendió la botica de Añover, hizo una cesión falsa y continuó con dos oficinas de farmacia. La suya tenía los medicamentos más modernos, guardados en albarelos de cerámica talaverana y hermosas jarras vidriadas de Génova.

En la rebotica de la calle Montera hubo otra tertulia. En ella se reunía con José Carralón, médico del Duque de Solferino y Juan Andrés Besterrechea, Cirujano de Cámara. Como los temas de conversación derivaban frecuentemente a asuntos científicos, el 12 de julio de 1733 decidieron convertirla en la «Tertulia Literario-Médico-Chirúrgica-Pharmaceutica». El Rey Felipe V aprobó los estatutos el 13 de septiembre de 1734 y nombró director a José Cervi, aunque continuó emplazada en la rebotica de Hortega hasta 1746. En otras palabras, en la calle Montera nació la Real Academia de Medicina que tuvo una importancia tremenda en la sanidad y la ciencia española durante la Ilustración.

En 1738 fue elegido Boticario Mayor de los Ejércitos, o jefe de los farmacéuticos militares. Participó en la publicación de la Farmacopea Matritense (Madrid, 1739). Una Farmacopea es un libro oficial, cuyo contenido ha sido sancionado por las autoridades civiles de un estado, cuyos contenidos obligan a los médicos a la hora de recetar y a los farmacéuticos a la de preparar los medicamentos. En España, la primera de ámbito nacional fue ésta, a pesar de su nombre de Matritense.

La Real Academia de Medicina de Madrid le encomendó tres misiones: la enseñanza de la Botánica; el proyecto de redacción de una Historia Natural y Médica y la instauración de una Real Academia de Ciencias. La enseñanza de la Botánica la inició en octubre de 1737. Para ello seguía el método del abate francés Tournefort. En el jardín botánico, a partir de 1755, seguirían su labor otros médicos, cirujanos y farmacéuticos y dos de ellos, su sobrino Casimiro Gómez Ortega y el catalán Antonio Paláu, fueron los que introdujeron el método moderno de Linneo en nuestro país.

Lo referente a la Historia Natural no llegó a buen puerto. Debe esperarse hasta 1775, año en que el irlandés Guillermo Bowles publicó en Madrid la Introducción a la Historia Natural y Geografía Física de España.

Lo de la Academia de Ciencias tiene su gracia. Recuperada durante el reinado de Carlos III, quien quería hacer del Prado un paseo homenaje a la razón con el Jardín Botánico, el Observatorio Astronómico, el Hospital General (hoy Museo Reina Sofía) y el Real Colegio de Cirugía de San Carlos (hoy sede del Colegio Oficial de Médicos de Madrid), se erigió el edificio que en la actualidad ocupa el Museo del Prado para ese menester. La revolución francesa apagó los ardores científicos y Fernando VII, en un alarde de estupidez, decidió dedicar el edifico de la Academia a su colección de pintura. De esa manera, una decisión terrible nos dejó momentáneamente sin Academia de Ciencias y, paradójicamente, nos dotó de la primera pinacoteca del mundo.

Hortega fue también uno de los impulsores principales del Real Jardín Botánico madrileño y el protector del discípulo de Linneo, Pher Löfling. Ortega murió en Madrid en 1761. El suyo es el ejemplo, poco conocido de un boticario ilustrado. Ejerció la Farmacia, preparó medicamentos para los particulares y para los militares. Contribuyó a la modernización científica española y, con su esfuerzo, nacieron instituciones, hoy tan importantes, como la Real Academia de Medicina o el Real Jardín Botánico. Preocupación por la salud, especialización en la preparación de medicamentos, interés por la ciencia y la modernización del país son características evidentes en este boticario del siglo XVIII y han de serlas en las de los farmacéuticos de cualquier época. Su sobrino, Casimiro Gómez Ortega, fue otro hijo pródigo de nuestra villa.

Extracto del texto de Javier Puerto publicado el 01/11/2002.

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